miércoles, 19 de diciembre de 2007

Baile y bailarina


(ella es Mata Hari, bailarina exotica)

Tenia el desierto en los pies , caminaba y se secaba un poco más, volvía a beber agua tibia, no soportaba la asfixia. Sabía que tenía que bailar y por lo mismo no deseaba ensuciar su falda que arrastraba en la interminable arena.
Recordaba voces de niños, risas, ruedas girar, y aquel árbol en el que encendían velas, encontraban la paz y alguna complicada conversación con sus conciencias.
En este viaje estaba sola, los otros ya habían viajado, ella se atrasó. Tenia que comer.
El sol hacia que las horas fueran un peso más en su confusión emocional.
Debía bailar porque estaba triste y era una despedida. Su hermano había muerto y ella no pronunciaba palabras lindas de amor pero movía esa falda llenas de colores como el mejor acto de honestidad y en este caso como el mejor adiós.
Era el lenguaje de las flautas y de ese beso intacto, el mismo que saludaba a su hermano cuando era pequeño.
Esta coreografía entre telas, cuerpo de mujer, verbena y tristeza nunca lo había palpado.
Esa tarde de repetitivo calor serían sus pies, caderas y hombros los que dibujaran este desbarajuste en su naturaleza.
Sedienta en el camino entambla los primeros ritmos, colmada de movimientos no calla esta separación que esa tierra amarilla acostumbra escuchar.

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