jueves, 3 de julio de 2008

Pala tu me merau

Nos atropelló una montaña a las cinco de la tarde y siempre uno iba quedando atrás pero no importaba porque nos encontrábamos de una u otra forma en algún lado, dejábamos señales para que los atrasados vieran la dirección y así siguieran la linea de la familia perdida.
Un día, recuerdo, dejamos lágrimas al cruzar un puente, es que la obligación era el honor y cuando crecemos ya no se puede jugar tanto, entonces fue el día en que viste la manzana en el cielo y el brazo de otro sobre mi cabeza de princesa húngara y de vieja india.
Se agotaron las noches en que esperabas la fogata y el violín en medio de estrellas y trenzas de mujeres sabias.
Nos cantó un gallo en una lengua extraña pero ahí seguía nuestro encuentro escondido detrás de viejas carpas y zapatos con arena.
Con tanta rueda y tanta carreta llegamos a lavar nuestras caras al río donde otra vez nuestros reflejos se miraron, volvimos una vez más la cara ante los otros pero en el agua nuestros colores se unían.
Vinieron hijos que siguieron el ritmo de nuestro pasos, pero que no supieron bien que fuimos sus padres, bueno nosotros ahora viejos tampoco recordamos los nuestros.
Solo tenemos en nuestro álbum la suave historia de una luna que cantó como gitana la pena de una mañana en que de niña ya no le quedaba nada y con sus pelos blanco abandona el viaje del recuerdo y las flores que en la vía dejaba para él.

1 comentario:

Unknown dijo...

muy bueno el texto, lleno de figuras y deseo!! excelente
un fuerte abrazo Daniela, y sigue encauzando esa hermosa fuerza de tu corazón!